La primera vez que Dios creó el mundo, estaba lleno de
errores. Me lo contó un día mientras nos tomábamos unos mates. Tardó como una
semana y se mandó unas cuantas cagadas. Los humanos eran medio cualquiera y los
terminó echando a la mierda. Después ya tenía más cancha y se creó un mundo re
copado en tipo dos días y medio. De vez en cuando visitaba el primer mundo a
ver qué onda. Tiraba un par de milagritos, pero de mala gana. De a poco se fue
hartando de ese intento fallido y empezó a burlarse de los humanos. Que ahora hablan todas lenguas distintas, que
por qué no matás a tu hijo y que caminate cuarenta años en el desierto. En un
momento incluso trató de reiniciar todo y ahogar a todas las bestias, pero las
que sobrevivieron mantuvieron ese nivel de degeneración y aburrimiento. De a
poco Dios se fue enamorando cada vez más de su segundo mundo, uno mucho más
bello y perfecto. Y como el amor no tiene vista periférica, el primer mundo se
vio desatendido. Dios ya no cumplió ningún rol en la película de los
primermundistas. Algunos le adjudicaron unos cameos en las visiones de
psicóticos y drogadictos, pero andá a saber. Y a falta de apariciones, la gente
desconfió de Dios. Desde los que dijeron que no existía hasta los que pensaron
que se había muerto. Desde los que decidieron ignorarlo hasta los que lo
insultaban a viva voz cada vez que se moría un pariente. Y surgieron las
guerras, la corrupción, el hambre y la apatía. Mientras tanto, en el otro mundo
gozaba de regalos constantes del embobado Dios que no hacía más que
consentirlos. Y surgió la fraternidad, el equilibrio, la tolerancia y la
apatía. De tanta presencia del Señor, los mejormundistas se empezaron a olvidar
del origen de los milagros y los tomaron como elementos naturales de la vida.
Mientras en el primer mundo nacían el nihilismo y el existencialismo, en el
segundo crecía el estatodobienparaquenosvamosacansarismo. Y así siguieron ambos
mundos. Cada uno rechazando a su creador por sus propias razones. Y Dios se
encontró solo y triste y amargado. Hasta que un día conoció a una pelirroja y
se olvidó de la creación, de los mundos y de toda la bola. Ahora viven en un
dúplex por Villa del Parque y pasa su tiempo escribiendo novelas gráficas que
nunca se publican.
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