viernes, 15 de noviembre de 2013

Heartbreak Hotel

   Habitación 4. Un hombre se mira frente al espejo. Habitación 48. Un adolescente llora desconsolado en la cama. Habitación 15. Un nene y una nena se miran desde rincones opuestos. Habitación 23. Una mujer el tira un jarrón a su marido. El marido no hace nada para esquivarlo. Habitación 9. Un hombre gordo coge con una mujer. La mujer tampoco hace nada para esquivarlo. Este es el Heartbreak Hotel, donde las almas errantes vienen cuando se hartan de buscar consuelo. Bienvenido.
   El hombre me mira, desconcertado. Los ojos rojos de haber llorado, la cara pálida de tanto buscarse. Con cierta angustia, le doy una llave. Me mira, la mira, me mira, y se va. Lo sigo con la vista hasta que llega a su habitación. No vaya a ser cosa que se pierda en el camino. Pienso en por qué tiene que ser con cierta angustia. Por qué no le puedo dar la llave con cariño, compasión, optimismo, o incluso admiración. Me acuerdo que si sigo pensando tanto voy a terminar pidiendo una llave yo.
   El día pasa, la gente va y viene; aunque son siempre más los que vienen. El hotel se va llenando. De a poco, no tenemos ningún apuro. A veces trato de imaginar qué hicieron para llegar acá. Heridas sentimentales, dice mi gerente. Entiendo si es que se trata de una ruptura o un corte. Pero, ¿dónde están los moretones sentimentales? Los golpes, las quemaduras, los esguinces, las mutilaciones no se traducen a las dolencias del alma. Estos días estoy tratando de no imaginar mucho.
   Termina mi turno y me preparo para volver a mi casa. No será el mejor trabajo, pero paga bien y aprendo mucho. A esta altura ya sé todo lo que no hay que hacer en una relación. Llego, pero la puerta no abre. Forcejeo, pero no funciona. Sin saber qué hacer, decido a un bar, a ahogar las penas. Mi vida no es particularmente agitada como para tener penas propias, pero tal vez si tomo lo suficiente puedo ahogar un par de penas ajenas. Mal no vendría, que el hotel se está llenando y hay cada vez menos habitaciones disponibles. Hace falta más amor, dicen algunos. Yo diría que sobra.
   Pero claro, ¿cómo voy a tener penas si no tuve nadie que me las cause? A menos que mis penas sean auto infligidas. Un masoquista sentimental. Aunque sea no tendría que ir al Heartbreak Hotel. ¿Cómo me van a romper el corazón si nunca tuve uno sano para empezar? Me pregunto si hay otro hotel más indicado para gente como yo. Supongo que habrá otras instituciones que no sean hoteles. Pero no sé, me gustan los hoteles.
   Termino mi segundo trago. Trato de recordar si alguna vez fui feliz. Me olvido de acordarme. Me acuerdo de olvidarme. Me acuerdo de acordarme. Me olvido de tomarme. Tomo.
   Pasado el cliché del borracho triste, decido salir a caminar. Prefiero ser un vagabundo triste, así aunque sea hago ejercicio y me cuido el hígado. Trato de entender a los huéspedes. ¿Por qué siguen buscando el amor, después de lo que les hizo? Es más, ¿por qué lo buscaban, incluso antes de que les hiciera algo? ¿Qué tiene de interesante el amor? ¿Qué es sino una suma de amistad, afecto, contacto, y otras cosas que se pueden conseguir sin tanto lo que sea que es esto? Puede ser que sea la sinergia de todo eso junto. Puede ser que hay que arriesgar para ser recompensado. Había dicho que basta de clichés.
   ¿El amor es una conexión especial entre dos personas o es una construcción que se fortalece a través del tiempo siempre que haya un mínimo de atracción y comprensión? Si fuera el primer caso, entonces no hay por qué sufrir, simplemente se podría aceptar que la conexión no era ideal y listo. Química, destino, almas gemelas, etc. Y si fuera el segundo caso, entonces simplemente podrían apreciar lo que fue por eso y nada más, y pasar a la siguiente construcción. Pero no parece pasar. Tal vez lo que buscan es el sufrimiento y no el amor. Pero, habiendo formas tanto más simples de sufrir, ¿por qué complicarse tanto? Tal vez sean simplemente personas que buscan el desamor como sustento de vida. Tal vez ingresan al hotel porque se dan cuenta de que el desamor es el estado en el que quieren vivir y aceptan quedar trabados así por siempre. Tal vez así sea más fácil. Pero, ¿en dónde está la vida si no está en la lucha? En ese intento de seguir adelante es donde se busca la forma de llegar a la felicidad. Tal vez lo mejor sería no luchar, dejarse llevar, no pensar tanto. Además no sé qué tiene de interesante ser feliz. Y peor aún, qué se hace cuando se lo consigue.
   Sin que me dé cuenta, la noche se va haciendo de día. Vuelvo al hotel, mi turno está por empezar. Meto mi mano el bolsillo. Saco la llave. Número 45. Mi reemplazo me mira con angustia. Este es el Heartbreak Hotel, donde las almas errantes vienen cuando se hartan de buscar consuelo, me dice. Bienvenido.